jueves, 15 de marzo de 2012

Grita fuerte mientras te quede voz


Con los avances tecnológicos dados en estas últimas décadas, el periodismo ha ido experimentado una total inmersión en un mundo plenamente desconocido, caracterizado por su carácter líquido, donde la información circula en masa a lo largo de un esqueleto de redes. Este hecho, claro está, ha traído consigo un cambio total en todos los aspectos, que afecta de manera muy directa a todos los ciudadanos. Para aquellos que, como yo, hemos nacido en Internet, las redes sociales son algo cotidiano y nada fuera de lugar, no obstante, hemos de sentirnos privilegiados por este hecho, ya que no es la regla general. Para muchos de nuestros padres, tíos y sobre todo, abuelos, Internet es aún un mundo desconocido. Recuerdo el miedo que sintió mi abuela al contarle que a través de las redes sociales, cualquiera podía saber qué hacías o que ibas a hacer en cada momento. La privacidad  en Internet no existe o es prácticamente nula.
Para no desviarme mucho del tema, comenzaré diciendo que estos cambios no sólo han traído grandes avances, entre los que se encuentra el entretenimiento, la capacidad de comunicarnos con los demás en tiempo real o el hecho de que, seas del lugar que seas, puedas tener acceso a la información que se gesta a cientos de miles de kilómetros de tu posición en el mundo. Para el periodismo, Internet ha supuesto también un progresivo acomodamiento. La búsqueda de noticias en la calle se ha convertido en excepción, es preferible engordar el trasero en la silla y abastecerse de aquellas que circulan libremente por la red y que provienen, en gran parte, de las agencias de noticias, donde aún reside cierto espíritu periodístico. 


No obstante, tampoco podemos decir de las agencias cumplen con su función a la perfección. La mayoría de ellas son presionadas por instituciones ajenas, relacionadas en gran parte, con la actividad política y económica y que, con la finalidad de jugar su propio papel en los medios, colocan a los periodistas entre las cuerdas. El resultado se traduce en una información diaria de la que gran parte gira entorno a temática económica y política. 
No obstante, hay excepciones, existen periodistas que están interesados en escuchar a los ciudadanos y para ello, patean las calles en busca de noticias, pero como he escrito, se trata de una excepción, de algo que cada vez es más atípico. La mayoría de los medios prestan muy poca atención a la sociedad civil, entregando, en muchas ocasiones, un retrato completamente erróneo de su realidad diaria. 
Mi pregunta es ¿qué pasa con la voz del pueblo? Si se supone que el periodista ha de funcionar como altavoz, como medio para transmitir los reclamos de la ciudadanía, ¿qué ocurrirá si desaparece por completo? ¿Qué ocurriría si, como ya vengo anticipando, el periodista se convierte en un mero gestor y organizador de información que no viene de su mano? 


Muchos podrían preguntarme la razón por la que estudio Periodismo si mi visión es tan negativa. La respuesta: no creo que pueda cambiar esta situación, ni siquiera intentaría hacerlo, no solo. No obstante, intentaré, en la medida de lo posible, ceñirme a mis principios, rastrear en busca de buenas noticias que verdaderamente giren entorno al ciudadano y los hechos que le rodean cotidianamente, porque para mí, él es el verdadero protagonista y como tal, ha de luchar por hacerse oír, por hacer que su voz se escuche y evitar, de esta manera, los abusos de aquellos que intentan pisar por encima de los principios de la democracia, manteniendo acciones en oculto y dificultando la transparencia de la opinión pública. 

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