miércoles, 14 de marzo de 2012

¿Dónde queda la ética en la labor periodística?

Es por todos sabido que los medios de comunicación dependen de las audiencias. Podríamos decir que éstos introducen sus contenidos en una especie de molde para entregar al público aquello de lo que tienen sed. Los medios intentan entregar una programación con el gancho suficiente como para mantener a la audiencia pegada a la pantalla el máximo tiempo posible. No olvidemos que `mayor audiencia´ se traduce en `mayor dinero´.No obstante, hay ocasiones en que este hecho se convierte en el objetivo primordial, y lamentablemente, a cualquier precio. 
A raíz de la lectura "Los juegos del hambre", comencé a pensar en este asunto. 
Se trata de un libro juvenil que gira entorno a una serie de jóvenes que, con afán de saciar la sed de un público muy restringido y entregar entretenimiento, son obligados a luchar a muerte entre ellos. Tras entrevistar a los participantes, todo lo sucedido en el campo de batalla se televisa.

Las barbaridades que se acometen responden a la necesidad del público de estar entretenidos, el simple hecho de que se aniquilen entre ellos supone una audiencia considerablemente alta, una audiencia apoyada en el morbo.
Mi primera impresión fue de asombro, no obstante y tras meditar un par de días, caí en la cuenta de que la trama no funciona más que como un reflejo distorsionado de la realidad. 
El periodista tiene el deber de entregar información a su público, no obstante, considero que se deben respetar una serie de límites éticos que no pueden trascenderse. ¿Añade algún valor informativo la fotografía del cadáver de Gadafi? ¿Tiene relevancia la imagen del cuerpo de Whitney Houston en su ataúd? Obviamente, la respuesta es negativa. 
Para colmo, descubrí hace un par de días la existencia de un reality de gran audiencia en China, basado en entrevistar a condenados a muerte, días antes de su ejecución. Hasta 200 reos se han sentado en la silla de la fría periodista encargada de llevar a cabo las entrevistas que, desgraciadamente, gozan de una audiencia superior a los 40.000 espectadores. 
Comparando lo leído en el libro con este último hecho, la repulsión que me provoca es la misma. Lo peor es que no se trata de un hecho aislado, sino que hace cosa de meses, se llegó incluso, a practicar el canibalismo en una televisión holandesa. El resultado: gran índice de audiencia.
Me pregunto si este tipo de acontecimientos han de estar permitidos, si el hecho de alcanzar una mayor audiencia y ofrecer diversión a base de información como la que he citado, ha de ser visto como algo normal mientras tenga éxito de público. En mi opinión, programaciones de este tipo han de estar reguladas y en caso de darse, castigadas. 

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